Reseña
de Carlos Pellicer
El trópico y lo lírico
Carlos
Pellicer Cámara nació en San Juan Bautista, hoy el estado de Tabasco, el 16 de
Enero de 1897, y
murió en la Ciudad de México el 16 de Febrero de 1977. Poeta
por completo consagrado al género lírico,
maestro de escuelas secundarias y
preparatorias, trabajó también en la Universidad Nacional Autónom
de México.
En 1976 fue elegido senador de Tabasco por el PRI. Además del primer poeta
moderno de
México, Pellicer es uno de los intelectuales más acabados de toda su
literatura, y aún de toda la tradición
americana. Estudió museografía en la
Sorbona, pues gustaba de coleccionar figurillas prehispánicas, y fue
gran
conocedor de las ideologías de José Martí, Simón Bolívar y el Che Guevara, por
lo que se mantuvo
siempre fiel a la
soñada autonomía de Latinoamérica. Formó
parte de la Academia Mexicana de la Lengua
y en 1964 obtuvo
el Premio Nacional de Literatura y Lingüística.
Gran
amigo de José Vasconcelos y grandemente influenciado por el pensamiento
bolivariano, Pellicer no es
solamente “el primer poeta moderno” de México,
según palabras del mismo Paz, sino también “poeta de
América” como lo
reafirmaría Gabriela Mistral en un ensayo en que habla de lo arraigado que se
encuentran en el poeta las mitologías indígenas y las palabras cotidianas de
México, en contraposición a
otros escritores de su tiempo, interesados en
Oriente o engolosinados en el preciosismo modernista.
Pellicer nunca entró por
completo en el grupo de los Contemporáneos, porque sus paralelismos con el
grupo fueron
escasos, como menciona José Emilio Pacheco: “No es –dice- un poeta de
exclusiones, sino de
inclusiones: acepta todo aquello que puede alimentar su
originalidad y muy precozmente llega a no
parecerse a nadie que no sea el
propio Pellicer” (1998:43).
En la
crítica se pueden encontrar múltiples opiniones acerca de la obra pelliceriana,
José Emilio Pacheco
dice de él que es un poeta clásico, pero que en él esa
característica pierde la “pesantez de lo
institucionalizado”, pues es siempre
naciente “por inacabado”. Posterior a varios de la generación de los
Contemporáneos, fue influencia y también contraparte, en sus temáticas, de
muchos de ellos. Sus primeros
poemas, publicados con el beneplácito de Juan
José Tablada, fueron ignorados por el grupo, de la misma
manera que otras
publicaciones, sobre las cuales guardaban un silencio solemne, o criticaban con
adjetivos
como “impresionistas”. A pesar de ello, Carlos Pellicer participa de
ciertos rasgos de los Contemporáneos,
como “la complicidad con el ser
individual de cada cosa o ente” (1998:23) y el “rigor, las nuevas
modalidades
de creación, el cambio y la apertura a otras literaturas y manifestaciones
culturales” (1998:23).
El poeta tabasqueño colabora, entre los dieciocho y
diecinueve años en la revista Gladios
196, pero su
espíritu contemporáneo se muestra con más fuerza en la revista
San-ev-ank 1918, de la que se vuelve
asiduo
colaborador.
Para
algún lector poco avezado el adjetivo “impresionista” podría resultar adecuado a la poesía de Pellicer,
pues en sus
poemas ciertamente, todo habla de la forma. Pero no es la forma de la primera
impresión la que
nos comunica el poeta, sino la forma que da vida materializando
el fondo caluroso del trópico. Por la
poesía de Pellicer se mueven infinitos y
sonoros peces: pues no otra cosa sino música hay en sus poemas, y
entonces la
forma de éstos es un manantial brillante en cuya agua nadan las ideas. Abonando
al histórico
debate entre las diferencias de la poesía de Pellicer y la de
Villaurrutia, debo decir que resulta absurdo
considerar la poesía del
tabasqueño carente de fondo en contraposición a la de Villaurrutia, que algunos
quizás consideren más “circunspecta” simplemente porque trata temas más
oscuros.
A
diferencia de aquello que opinaba Octavio Paz, que llamó a Pellicer “poeta de
instantes”, la obra de
Pellicer se nos presenta como una totalidad: es una
celebración de las cosas. Aprovechando la hermosa
imagen con la que Nélida
Piñón da título a uno de sus cuentos, parecería una oda al “calor de las
cosas”, a
la alegría del trópico, la música y el sol. Para Gabriel Zaid: “Su
obra es, ante todo, homenaje; fresco,
desgarrado, reconciliado, homenaje a la
alegría.” La relación de Pellicer con el
paisaje y la Patria hacen
pensar en la veracidad de aquellos que han
considerado que el poeta fusiona el concepto de Patria y
paisaje, al punto que
la Nación se encuentra encarnada para él en la Naturaleza, esta característica
recuerda
el “afán totalizador que las nuevas generaciones derivaban en Novalis
o de poemarios como el de Walt
Withman” (1998:38). El propio Neruda aceptó la
influencia del poeta mexicano para la creación de su
poema Canto general.
La
sonoridad de Pellicer, contraria a la de Villaurrutia, poeta de aliteraciones y
juegos de palabras (“y mi
voz que madura/y mi voz quemadura/y mi
bosque madura/y mi voz quema dura”), es la de la rima
asonante y la armonía presentida:
“Pasé todo el día pensando en sus manos/ y luego me puse a cantar. / ¡Si
el mar
conociera sus manos!/Caía la tarde en el mar” (1998:159). En la estrofa
anterior hay un par de
palabras que aparecen dos veces “mar” y “manos”, son
estas dos la que otorgan redondez al verso, aunado
a la palabra “cantar” y las
repeticiones de ciertas vocales “e” y “o”. Es este uno de los poemas en los que
los recursos de ritmo pueden encontrarse de manera más sencilla, no así en el
poema “Deseos”, que incluye
en 6,7 poemas
y que dedica a Salvador Novo “Trópico, para qué me diste/las manos llenas
de color./Todo
lo que yo toque/se llenará de sol” (1998:162). Ninguna palabra
se repite en los anteriores cuatro versos,
“sol” y “color” provocan un eco que, si no estuviera complementado con
una elección precisa de las
palabras restantes en el poema, perdería su riqueza
sonora.
Temas
como el trópico y el verano se encuentran ampliamente tratados en la poesía
pelliceriana, la selva, la
exuberancia y fecundidad de la que el tabasqueño
vivió rodeado en su infancia reflejan en cada instante la
voluptuosidad de la
alegría pero también del cuerpo, el sexo y los sentidos. Su apego al trópico
tiene
relación quizás con el rechazo que el tabasqueño manifiesta hacia la
ciudad, el espacio citadino, oscuro y
cerrado, pareciera más bien escenario de
los poemas melancólicos y decepcionados de algunos de los
Contemporáneos. El
Nocturno, género de poema que tomó su
nombre de la pieza musical, al que recurren
tan frecuentemente Villaurrutia y
Elías Nandino, tiene apenas presencia en la obra de Pellicer, en la que
todo es
luminosidad. En sus últimos poemas, el fervor religioso del católico Pellicer
se nos presenta más
nítidamente, como ejemplifican los poemas “La noche”, “La
palabra en la noche” y “Ave María”.
En la
bibliografía del poeta se cuenta 6,7
poemas, Camino, Colores en el mar, Hora de
Junio, Piedra de sacrificios,
Recinto y otras imágenes, Poemas no coleccionados, Reincidencias, Subordinaciones, Hora y 20,
Práctica de vuelo y
Cuerdas, percusión y alientos, entre otros.
Extras
Recámara de Carlos Pellicer en su casa, el Museo Carlos Pellicer, en Villahermosa, Tabasco
Afueras de la Casa Museo ''Carlos Pellicer"
Salsa Chimay, de chile habanero, que tiene fragmentos de poemas de Carlos Pellicer al borde del envase.
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