jueves, 29 de noviembre de 2012

Carlos Pellicer

       



Reseña de Carlos Pellicer
  
El trópico y lo lírico
 Carlos Pellicer Cámara nació en San Juan Bautista, hoy el estado de Tabasco, el 16 de Enero de 1897, y 
  murió en la Ciudad de México el 16 de Febrero de 1977. Poeta por completo consagrado al género lírico, 
  maestro de escuelas secundarias y preparatorias, trabajó también en la Universidad Nacional Autónom
  de México. En 1976 fue elegido senador de Tabasco por el PRI. Además del primer poeta moderno de 
  México, Pellicer es uno de los intelectuales más acabados de toda su literatura, y aún de toda la tradición    
americana. Estudió museografía en la Sorbona, pues gustaba de coleccionar figurillas prehispánicas, y fue 
gran conocedor de las ideologías de José Martí, Simón Bolívar y el Che Guevara, por lo que  se mantuvo 
siempre fiel a la soñada autonomía de Latinoamérica.  Formó parte de la Academia Mexicana de la Lengua 
y en 1964 obtuvo el Premio Nacional de Literatura y Lingüística.

Gran amigo de José Vasconcelos y grandemente influenciado por el pensamiento bolivariano, Pellicer no es 
solamente “el primer poeta moderno” de México, según palabras del mismo Paz, sino también “poeta de
América” como lo reafirmaría Gabriela Mistral en un ensayo en que habla de lo arraigado que se 
encuentran en el poeta las mitologías indígenas y las palabras cotidianas de México, en contraposición a 
otros escritores de su tiempo, interesados en Oriente o engolosinados en el preciosismo modernista. 
Pellicer nunca entró por completo en el grupo de los Contemporáneos,  porque sus paralelismos con el 
grupo fueron escasos, como menciona José Emilio Pacheco: “No es –dice- un poeta de exclusiones, sino de 
inclusiones: acepta todo aquello que puede alimentar su originalidad y muy precozmente llega a no 
parecerse a nadie que no sea el propio Pellicer” (1998:43).

En la crítica se pueden encontrar múltiples opiniones acerca de la obra pelliceriana, José Emilio Pacheco 
dice de él que es un poeta clásico, pero que en él esa característica pierde la “pesantez de lo 
institucionalizado”, pues es siempre naciente “por inacabado”. Posterior a varios de la generación de los 
Contemporáneos, fue influencia y también contraparte, en sus temáticas, de muchos de ellos. Sus primeros 
poemas, publicados con el beneplácito de Juan José Tablada, fueron ignorados por el grupo, de la misma 
manera que otras publicaciones, sobre las cuales guardaban un silencio solemne, o criticaban con adjetivos 
como “impresionistas”. A pesar de ello, Carlos Pellicer participa de ciertos rasgos de los Contemporáneos, 
como “la complicidad con el ser individual de cada cosa o ente” (1998:23) y el “rigor, las nuevas 
modalidades de creación, el cambio y la apertura a otras literaturas y manifestaciones culturales” (1998:23). 
El poeta tabasqueño colabora, entre los dieciocho y diecinueve años en la revista Gladios 196, pero su 
espíritu contemporáneo se muestra con más fuerza en la revista San-ev-ank 1918, de la que se vuelve asiduo 
colaborador.

Para algún lector poco avezado el adjetivo “impresionista” podría resultar  adecuado a la poesía de Pellicer, 
pues en sus poemas ciertamente, todo habla de la forma. Pero no es la forma de la primera impresión la que 
nos comunica el poeta, sino la forma que da vida materializando el fondo caluroso del trópico. Por la 
poesía de Pellicer se mueven infinitos y sonoros peces: pues no otra cosa sino música hay en sus poemas, y 
entonces la forma de éstos es un manantial brillante en cuya agua nadan las ideas. Abonando al histórico 
debate entre las diferencias de la poesía de Pellicer y la de Villaurrutia, debo decir que resulta absurdo 
considerar la poesía del tabasqueño carente de fondo en contraposición a la de Villaurrutia, que algunos 
quizás consideren más “circunspecta” simplemente porque trata temas más oscuros.

A diferencia de aquello que opinaba Octavio Paz, que llamó a Pellicer “poeta de instantes”, la obra de 
Pellicer se nos presenta como una totalidad: es una celebración de las cosas. Aprovechando la hermosa 
imagen con la que Nélida Piñón da título a uno de sus cuentos, parecería una oda al “calor de las cosas”, a 
la alegría del trópico, la música y el sol. Para Gabriel Zaid: “Su obra es, ante todo, homenaje; fresco, 
desgarrado, reconciliado, homenaje a la alegría.”  La relación de Pellicer con el paisaje y la Patria hacen 
pensar en la veracidad de aquellos que han considerado que el poeta fusiona el concepto de Patria y 
paisaje, al punto que la Nación se encuentra encarnada para él en la Naturaleza, esta característica recuerda 
el “afán totalizador que las nuevas generaciones derivaban en Novalis o de poemarios como el de Walt 
Withman” (1998:38). El propio Neruda aceptó la influencia del poeta mexicano para la creación de su 
poema Canto general.

La sonoridad de Pellicer, contraria a la de Villaurrutia, poeta de aliteraciones y juegos de palabras (“y mi 
voz que madura/y mi voz quemadura/y mi bosque madura/y mi voz quema dura”), es la de la rima 
asonante y la armonía presentida: “Pasé todo el día pensando en sus manos/ y luego me puse a cantar. / ¡Si 
el mar conociera sus manos!/Caía la tarde en el mar” (1998:159). En la estrofa anterior hay un par de 
palabras que aparecen dos veces “mar” y “manos”, son estas dos la que otorgan redondez al verso, aunado 
a la palabra “cantar” y las repeticiones de ciertas vocales “e” y “o”. Es este uno de los poemas en los que 
los recursos de ritmo pueden encontrarse de manera más sencilla, no así en el poema “Deseos”, que incluye 
en 6,7 poemas y que dedica a Salvador Novo “Trópico, para qué me diste/las manos llenas de color./Todo 
lo que yo toque/se llenará de sol” (1998:162). Ninguna palabra se repite en los anteriores cuatro versos,  
“sol” y “color” provocan un eco que, si no estuviera complementado con una elección precisa de las 
palabras restantes en el poema, perdería su riqueza sonora.

Temas como el trópico y el verano se encuentran ampliamente tratados en la poesía pelliceriana, la selva, la 
exuberancia y fecundidad de la que el tabasqueño vivió rodeado en su infancia reflejan en cada instante la 
voluptuosidad de la alegría pero también del cuerpo, el sexo y los sentidos. Su apego al trópico tiene 
relación quizás con el rechazo que el tabasqueño manifiesta hacia la ciudad, el espacio citadino, oscuro y 
cerrado, pareciera más bien escenario de los poemas melancólicos y decepcionados de algunos de los 
Contemporáneos. El Nocturno,  género de poema que tomó su nombre de la pieza musical, al que recurren 
tan frecuentemente Villaurrutia y Elías Nandino, tiene apenas presencia en la obra de Pellicer, en la que 
todo es luminosidad. En sus últimos poemas, el fervor religioso del católico Pellicer se nos presenta más 
nítidamente, como ejemplifican los poemas “La noche”, “La palabra en la noche” y “Ave María”.

En la bibliografía del poeta se cuenta 6,7 poemas, Camino, Colores en el marHora de Junio, Piedra de sacrificios
Recinto y otras imágenes, Poemas no coleccionados, Reincidencias, Subordinaciones, Hora y 20, Práctica de vuelo
Cuerdas, percusión y alientos, entre otros. 

Extras


Recámara de Carlos Pellicer en su casa, el Museo Carlos Pellicer, en Villahermosa, Tabasco 

Afueras de la Casa Museo ''Carlos Pellicer" 



Salsa Chimay, de chile habanero, que tiene fragmentos de poemas de Carlos Pellicer al borde del envase. 
  

































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